1. ¿Cómo puedo adaptarme a los cambios de la edad?
Comenzamos a envejecer alrededor de los treinta años de vida; por eso, cifrar la edad de envejecimiento sobre los 65, como suele hacerse, es un error importante de apreciación. A medida que nos vamos haciendo mayores sufrimos cambios a nivel físico, como la presbicia, a nivel social, como la jubilación, o a nivel psicológico, como el síndrome del nido vacío. Por todo ello, para adaptarnos a los cambios propios de la edad, debemos anticiparnos a esa situación y comenzar a vivir con una mentalidad abierta que permita adaptarnos al paso del tiempo, aprendiendo a disfrutar de la nueva realidad y a recordar las épocas pasadas, en las que no éramos ni mejores ni peores, sino simplemente diferentes. Por ello, es clave retomar aficiones abandonadas, asumir retos pendientes y vivir el aquí y el ahora, disfrutando el momento y los cambios de la edad, lo cual no tiene nada de negativo, sino que es un proceso adaptativo que nos sirve para prepararnos con vistas al futuro.
2. ¿Cómo envejeceré psicológicamente?
Psicológicamente envejecemos igual que como hemos vivido, y los rasgos psicológicos predominantes en cada uno de nosotros se suelen mantener estables a lo largo de la vida. Esto quiere decir que si alguien ha sido una persona independiente y activa durante toda su vida, de igual modo intentará seguir manteniendo este tipo de rol en su vejez. Envejecer psicológicamente supone, una vez más, adaptarse a cambios, aprender de las situaciones de ganancias y logros vitales, como pueden ser la llegada de nietos, disponer de más tiempo para poder estar con la pareja o los amigos y las nuevas líneas psicológicas que se potencian a partir de determinados retos. Por otro lado, hay que trabajar también las pérdidas y el hecho de afrontar procesos de duelo; situaciones como el nido vacío, la soledad o el fallecimiento de seres queridos. Otro de las claves para un buen envejecimiento psicológico es aprender a dejar atrás etapas, mirando al presente y preparando el futuro.
3. ¿Y cognitivamente?
En primer lugar, es preciso saber que todos los seres humanos podemos seguir aprendiendo hasta el último momento de nuestras vidas. Si analizamos personajes famosos, podemos comprobar cómo José Saramago, por ejemplo, vivió hasta el último día con una extraordinaria lucidez, mientras que otros aquejados de problemas cognitivos relaciona- dos con la enfermedad de Alzheimer y otras demencias van perdiendo día a día todas sus capacidades mentales, como por ejemplo Pasqual Maragall.
4. ¿Cuáles son los cambios más importantes?
En líneas generales, y haciendo un pequeño resumen, podríamos señalar que los cambios mas importantes serían los siguientes
- Enlentecimiento en el procesamiento de la información.
- Inteligencia cristalizada; es decir, aquella que hace referencia a los conocimientos generales, experiencia vivida o capacidad lingüística permanece intacta si no existe causa orgánica que la deteriore, como por ejemplo una demencia
- Inteligencia fluida. Se ocupa de procesar la nueva información y adquirir nuevos conocimientos. Con el paso del tiempo se produce un enlentecimiento de este tipo de inteligencia, que implica concentración, rapidez, atención y pensamiento inductivo
- Memoria. La memoria inmediata se mantiene relativamente bien preservada. La memoria a largo plazo se conserva. Es la memoria reciente la que empieza a mostrar déficits, con dificultad de la persona para recordar hechos muy recientes. Estos pequeños olvidos cotidianos suelen ser el signo más característico de los cambios psíquicos en el mayor.
- Lenguaje. La capacidad de lenguaje se mantiene. La forma (sintaxis) no se altera y el proceso comunicativo se mantiene razonablemente bien, aunque puede estar enlente- cido.
5. ¿Qué consejos debo seguir?
Como consejos para prevenir el envejecimiento cognitivo se recomienda una alimentación correcta, vigilar marcadores de envejecimiento y de problemas futuros, como colesterol y tensión arterial; realizar ejercicio con frecuencia, dormir bien, eliminar hábitos tóxicos, como café, tabaco y alcohol; cuidar el entorno social y disfrutar de momentos que aporten felicidad. Si se realiza todo esto y, además, se mantiene el cerebro en forma con ejercicios y tareas cognitivas, como puzles, crucigramas, sudokus, exposiciones, conferencias, escritos…, seguro que se mantienen las funciones intactas durante muchísimo tiempo.
6. ¿Cuáles son los estereotipos y mitos más recurrentes?
A lo largo de la historia, la vejez ha permanecido bajo una dualidad valorativa: una positiva, que considera a la persona mayor como sabia, cargada de experiencias y transmisora de valores, y otra negativa, que muestra la vejez como un estado deficitario, asociado a pérdidas significativas e irreversibles.
Respecto a estas visiones, existen numerosos estereotipos y mitos sobre la persona mayor, que pueden resumirse desde diversas perspectivas.
- El estereotipo «cronológico» equipara el envejecimiento con el número de años vividos. Esto provoca una discriminación por edad que limita a las personas mayores para que alcancen la felicidad y productividad total.
- El estereotipo «biológico». La equiparación de persona mayor con ancianidad contribuye injustamente a concebir la vejez como una etapa vital cargada de achaques físicos, enfermedades, trastornos psicofisiológicos y, por lo tanto, necesitada de permanente asistencia médica, cuando no es cierto que esto sea así.
- El estereotipo «psicológico» y personal resalta en los mayores un declive de los recursos psicológicos, cognitivos, funcionales, actitudinales, etc., fomentando una visión errónea de la vejez como etapa de escasa o nula creatividad, de deterioros en la memoria o de problemas cognitivos o sociales que dificultan la visión positiva de la vejez.
- El estereotipo «social» de la vejez ha incidido tradicionalmente en las connotaciones de inutilidad, aislamiento, improductividad y desvinculación de la persona mayor respecto a los intereses sociales y relacionales.
- El estereotipo «sexual». Envejecer no significa perder ni la capacidad sexual ni mucho menos la de amar o de enamorarse. Recientes estudios demuestran que más del 60% de los hombres mayores de 75 años son sexualmente activos, y más del 40% de las mujeres también lo son.
7. ¿Cómo puedo manterner la ilusión de vivir?
Es importante percibir «la vejez» de forma positiva, como una fase de la vida llena de posibilidades para realizarse personal y socialmente, y sentirse receptivo a disfrutarla, sin perder la ilusión de vivir, la alegría y el optimismo, tan necesarios para alcanzar una sensación de bienestar general.
Estos son algunos aspectos para vivir satisfactoriamente «a partir de los 50»:
- Hábitos de vida saludables y de autocuidado (ejercicio físico, buena alimentación, higiene del sueño, etc.) para prevenir daños y proteger la salud.
- Autonomía e independencia. Controlar tu propia vida y conservar la capacidad de decidir y actuar libremente.
- Confianza en uno mismo. Desarrollar una autoestima positiva. Saber actuar, participar y asumir compromisos.
- Mantenerse activo. Gestionar tu propio tiempo con actividades que sean de tu interés, de ocio y de ejercitación intelectual. Seguir aprendiendo, formarse, perfeccionarse y aplicar lo aprendido en su vida.
- Seguridad. Contar con los apoyos que necesites y que, además, estos puedan ser elegidos: apoyos familiares, sociales, institucionales, económicos…
- Sentido y finalidad a su vida. Marcarte metas y objetivos.
- Integrarse en redes o grupos sociales y participar activamente en ellos, fomentando el rol social. Crear nuevas relaciones interpersonales.
- Enfrentarse a los cambios: individuales (de imagen, de salud, de rol social, de relaciones afectivas, de ocio obligado, etc.) y del entorno (sociocultural y familiar).
- Recurrir a los demás. Pedir ayuda para superar problemas que puedan surgir en las esferas física, psicológica, social o económica.
- Positivismo e ilusión: disfrutar de proyectos propios. Conservar y disfrutar de espacios en los que canalizar el tiempo de una forma gratificante y significativa.
8. ¿Cómo me adapto al nido vacío?
El «síndrome del nido vacío» es una sensación de soledad, tristeza y pérdida que los padres o tutores pueden sentir cuando sus hijos abandonan el hogar para vivir por su cuenta o crear una nueva unidad familiar. Surgen síntomas del tipo fatiga crónica, ansiedad, miedos, desmotivación, apatía, estados depresivos, problemas sexuales y de relación con el conyugue, sentimientos de inutilidad…
Aunque es más común en las mujeres, puede ocurrir en ambos sexos y es esencial prestar atención a uno mismo para detectar estos síntomas. Si se dan de forma severa, como en el caso de las depresiones, se recomienda acudir a un profesional de la psicología.
Algunas pautas para afrontar el duelo de la marcha de los hijos del hogar y aliviar la sensación de pérdida:
- Gestionar tu tiempo y hacer aquellas cosas que siempre quisiste y no lograste hacer por la falta de éste.
- Mantenerte ocupado y activo. Participar en nuevas actividades y explorar aficiones aparcadas.
- Asumir nuevos retos y objetivos en el día a día y buscar cosas que motiven.
- Compartir sentimientos con otras personas y, si se percibe que algún síntoma se acentúa e interfiere notablemente en la vida diaria, pedir ayuda profesional.
- Aceptar esta nueva etapa con alegría y optimismo, disfrutando de la vida y el éxito de los hijos de una forma diferente a la de años anteriores.
- Aceptar el nuevo rol como padre/madre en la relación con el hijo/a.
- Potenciar el reencuentro con la pareja. Recientes investigaciones demuestran que las parejas mejoran su relación y su satisfacción conyugal aumenta.
9. ¿Cómo me adapto al nido lleno?
Comienzan a venir a consulta padres con mucho estrés y un discurso en común: deben seguir sosteniendo a sus hijos adultos, bien porque permanecen en el hogar, bien porque han tenido que volver afrontando alguna nueva situación.
Este es el llamado «síndrome de nido lleno», fenómeno inverso que está apareciendo en la actualidad, porque los hijos adultos no terminan de marcharse de casa y permanecen a edades avanzadas en el hogar. También pueden haberse ido y regresar por motivos económicos, situaciones de desempleo, divorcios, educación extendida, problemas de drogas o alcohol, transiciones temporales, etc.
Este fenómeno genera en los padres o tutores una sensación de sobrecarga y frustración ante la posibilidad de no poder hacer frente al sustento de todos, de no poder disfrutar de su ansiada jubilación y de no ver recompensado todo su esfuerzo destinado a que sus hijos cumplieran el llamado «ciclo vital». Además, se producen forzosos cambios en el hogar y en sus rutinas diarias, teniendo que reajustar la economía, los espacios y los tiempos, entre otros.
10. ¿Cómo puedo superar el problema?
Hay ingredientes a considerar para superar el problema:
- Tiempo. Considerar que es una situación pasajera que tiene y debe tener retorno. Si pasado un tiempo razonable la situación continúa estancada y no se supera de manera natural, lo mejor es recurrir a la ayuda de profesionales.
- El diálogo es clave. Es fundamental evitar los reproches y redefinir un pacto de convivencia entre todas las partes implicadas, logrando la conciliación de intereses y el respeto a las normas establecidas.
- Entre adultos. Partir de la premisa de solucionar los problemas de convivencia, teniendo en cuenta que los conflictos se dan entre adultos capaces de elegir y decidir. Por su parte, los hijos deben adaptarse a la rutina del hogar familiar durante el tiempo que permanezcan en casa de sus progenitores y saber agradecer el apoyo que les brindan sus padres y hermanos.
- Paciencia. La adaptación llegará tarde o temprano. Hay que saber relativizar y dar la importancia real a los problemas que surjan a diario. Saber distinguir entre lo urgente y lo importante. Y, además, saber que esta situación suele y debe ser transitoria.
Texto: Vanesa Blanco Criado, Miguel Ángel Maroto Serrano y Manuel Nevado Rey